Es muy tentador mirar un fondo, ver que en los últimos años ha dado buenos resultados y pensar que eso seguirá así para siempre. Es humano. Nos fiamos de lo que ha funcionado antes. El problema es que los mercados no funcionan con retrovisores, sino con el parabrisas. Mirar solo la rentabilidad pasada es uno de los errores más comunes que cometen muchos inversores, sobre todo cuando empiezan. Y ahora, con el escenario global tan cargado de incógnitas, ese error puede salir más caro que nunca.

En 2024 y 2025 hemos vivido mercados que se mueven rápido, con subidas fuertes en algunos sectores y correcciones igual de intensas en otros. La inflación ha cambiado la forma de invertir, los tipos de interés ya no están cerca de cero y la geopolítica pesa más que hace años. Todo esto forma parte de lo que se conoce como riesgo macro, un riesgo que no depende de una empresa concreta ni de un fondo en particular, sino del entorno económico general.
Cuando solo miras el gráfico del pasado, te pierdes todo esto. Te pierdes el contexto, el viento que puede soplar a favor o en contra de tus inversiones.
Qué es el riesgo macro y por qué hoy pesa más que nunca
El riesgo macro son todos esos factores que afectan a la economía en su conjunto. Tipos de interés, inflación, crecimiento económico, deuda pública, conflictos internacionales, precios de la energía, cambios políticos. No dependen de la buena gestión de un fondo, ni de la calidad de una empresa. Afectan a todo el mercado, aunque no siempre a todos por igual.
Ahora mismo este riesgo ha vuelto al primer plano. Los bancos centrales han cambiado de discurso, la inflación sigue dando sustos en muchos países y el crecimiento económico avanza con más dudas que certezas. Hay sectores que viven un momento dulce y otros que van claramente a contracorriente. Y aquí es donde muchos inversores se equivocan al pensar que lo que brilló ayer seguirá brillando mañana.
Un fondo puede haberlo hecho espectacular en un entorno de dinero barato y crecimiento sencillo. Pero si el escenario cambia, su comportamiento también lo hace. Por eso es tan importante entender que la rentabilidad pasada no garantiza nada. Es solo una foto fija de un momento que ya no existe.
Otro detalle clave es que el riesgo macro no afecta igual a todos los activos. Cuando los tipos suben, por ejemplo, la renta fija se mueve de una manera y la renta variable de otra. Cuando la inflación se desboca, los márgenes de muchas empresas se estrechan. Cuando hay tensión geopolítica, el capital se vuelve más prudente. Todo esto altera el tablero de juego.
Ignorar este contexto es como conducir de noche sin luces. Puedes avanzar un rato, pero en cualquier momento llega el susto.
Cómo protegerte sin volverte loco cambiando de fondo cada mes
Aquí viene la parte importante. Tener en cuenta el riesgo macro no significa que tengas que estar cambiando tu cartera cada dos por tres o que tengas que convertirte en un experto en economía global. Se trata de usar el sentido común y aplicar algunos principios básicos que, aunque suenen sencillos, marcan la diferencia.
El primero es la diversificación real. No basta con tener varios fondos si todos invierten en lo mismo o dependen del mismo tipo de mercado. Diversificar de verdad implica repartir entre renta variable, renta fija y, según el perfil, otros activos. También repartir por zonas geográficas y por tipos de economía.
El segundo es entender qué tienes entre manos. Saber si tu fondo depende mucho de tipos bajos, si sufre cuando la inflación sube o si es más defensivo cuando vienen mal dadas. Esto no sale siempre en la rentabilidad histórica, pero sí en cómo está construido el fondo.
El tercero es ajustar expectativas. En un entorno normal, aspirar a rentabilidades desorbitadas suele implicar asumir riesgos que muchos no soportan cuando llegan los momentos complicados. Aquí es donde más de uno se lleva el susto, vende en el peor momento y convierte una mala racha en una pérdida real.
También conviene aceptar algo que cuesta mucho asumir. No siempre hay un activo ganador claro. Hay épocas en las que la mejor decisión es preservar capital, ganar poco y dormir tranquilo. La inversión no es una carrera de velocidad, es una carrera de fondo. Y en las carreras de fondo gana el que sabe dosificar fuerzas.
Mirar más allá de la rentabilidad pasada te obliga a pensar en el futuro, aunque sea con una parte de incertidumbre. Te obliga a preguntarte si lo que tienes encaja con el mundo que viene, no con el que ya se fue. Y eso, aunque incomoda al principio, es una de las mejores formas de proteger tu dinero a largo plazo.
Ahora mismo el riesgo macro está sobre la mesa. No es algo teórico, es algo que ya se está notando en los mercados. Por eso hoy más que nunca conviene construir carteras con cabeza, no solo con el corazón o con el último ranking de fondos más rentables.
Porque al final, invertir no va de acertar siempre. Va de equivocarse poco cuando las cosas se ponen feas. Y para eso, entender el entorno es casi tan importante como elegir un buen fondo.